sábado, 12 de junio de 2010

Hadso Aeda






El frío se cuela por las ventanas y la puerta. Me acomodo una y otra vez y no consigo entrar en calor. Huelo bajo la colcha, sonrío al sentir mi propia fetidez. Odio el invierno, los días grises y el viento helado que golpea mis carnes y me obliga a cubrirme con una, dos, tres túnicas. Soy un oso torpe y embobado que camina lento abrazado por sus propias ropas. Fastidiado voy y vuelvo de este dormitorio a mi despacho deseando que el día acabe pronto para volver a la cama, para volver a cubrirme con las colchas y dejar que pase el tiempo sumergido en mi propia molicie, en este sopor asfixiante.

Duermo y mi sueño es denso, agotador, quisiera estar despierto, volver a sentirme fuerte y vigoroso, pero todo parece estar cubierto con una pátina de fastidio y resignación. Según el viejo Clovis Traad el sol se está agotando, ya nada tiene el vigor de antaño, sólo somos vástagos decadentes de un mundo condenado a ser arrasado por el fuego purificador de Itamuz, que dará una nueva oportunidad a la materia. Viejo demente, exponer esa teoría le constó el exilio. Mi padre fue misericordioso con él-como lo fue conmigo- pues los consejeros exigían su cabeza. Es un crimen decir que vives los últimos días. ¿Qué autoridad puede existir si sólo eres el lastimoso reflejo de los hombres de verdad? Pero yo, otro exiliado, creo en él, en sus temores y en sus conclusiones, sino cómo explicar este agotamiento, esta desidia que me inmoviliza. Mis hermanos, víctimas de mi destino, tienen el consuelo de la caza y del estudio; siempre corriendo detrás de una presa o un libro, un códice extraño o un jabalí escurridizo. Parecen conformes con el destino que se les he marcado. Si, conformes porque se me ha predicho el futuro y un adivino adulón lo ha grabado en el Pasillo de los Designios para jactarse de su arte, de su habilidad con la Tragna. Yo he visto el de mi padre, el de mi abuelo y los de mis bisabuelos y se han cumplido meticulosamente, como si al fin nuestros magos hubieran encontrado el secreto y vaciado el contenido del universo. Pero su arte es falso, sus dibujos y conclusiones son sólo herejía apóstata, pues hace 70 años se cerró el camino verdadero, se silencio la única voz autorizada para hablar del futuro de hombres y dioses: La Sibila de Armar se suicidó, se dejó morir de hambre en le trono de los arcadefanes de Nice.

Mi horóscopo dice que tendré muchos hijos y que de uno mis vástagos nacerá un gran rey, más poderoso que mi abuelo Domer, un arcadefán que restaurará el Santuario, que hará contrición de los crímenes de Haifel y de Agadar abriendo paso a una nueva era en que nuestros ejércitos no conocerán la derrota y se levantarán gloriosas construcciones.“La Raíz del Roble” ese es el epíteto con que he sido nombrado y por los que se me conoce. La raíz…destinado por un astrólogo senil a ser la esperanza de mi casa, una esperanza tan similar a su peor pesadilla. Pero yo sólo siento tedio y tristeza en medio del fasto desolado de la villa, tedio de ser un instrumento de los sueños de mi padre, promesa que fecundará una esperanza que no conoceremos. .. En tres semanas deberé casarme, una capenai de Fars ha sido elegida como mi mujer, una niña apenas núbil. Los antiguos nos despreciarían, jamás una niña tan pequeña sería destinada a seme-jante propósito, pero los sacerdotes no ven con buenos ojos a los jóvenes solteros y menos aún a las mujeres a las que no vacilan de tratar de seres débiles e inconstantes a los que deben proteger… ¡Qué necedad! Pero la estupidez triunfa y lo que ayer era una aberración, un insulto al buen sentido, hoy-porque dios lo quiere- pasa a ser un mandato.

Dalgi es el nombre de la muchacha y sin duda es bella, mi padre sabe de eso y por lo mismo tengo muchos hermanos, más de treinta, de los que nadie espera nada salvo del primogénito, elegido por el azar para ser el futuro arcadefán. Para mis hermanos directos y para mí no hay esperanza, siempre seremos los hijos de la cuarta concubina, una notable de Falesto que murió al darme a luz. Soy el asesino de mi madre y ese estigma me persigue más que el estúpido horóscopo que me promete una descendencia basta y redentora. Despojados de toda esperanza mis hermanos se obstinan en sus obsesiones y pasatiempos para escaspar del desprecio y el olvido. Yo no huyo, me mantengo en mi lugar, mi absurdo puesto de ser sólo el eslabón en la cadena que lleva al redentor que salvará a todos los vástagos de May-Guy, la bárbara, la salvaje, la traidora. Mi aya trata de consolarme, insuflándome ánimos, le gusta decir que soy artista, un gran músico y actor y le gusta llamarme genio. Yo sonrío sabiendo que miente, que se engaña, que todo es sólo una ilusión de vieja para justificar mi abulia, esta enfermedad que me carcome como carcome al mundo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Las voces de Gautemia